21 ene 2012

Amor intemporal

Me siento vacío… 
Lleno de los restos de amor que aún quedan en el cajón negro el cual antaño fue un corazón, me quede esperándote, pero nunca apareciste…
Espere, espere, y espere. Las noches se hacían largas como si estuviera enfermo. En realidad tal vez lo estuviera, tal vez y solo tal vez estuviera enfermo.
Contaminado por la avaricia sensual, por la lujuria del pasado y la envidia corrosiva que fluía por mis venas, mientras otra noche más pasaba antes mis ojos.
Y delante de mí un árbol milenario, impasible al paso del tiempo seguía siendo fuerte y robusto, que desde sus raíces hasta sus hojas era yo.
Aunque fuera un árbol, una piedra o un soplo de aire, sentía como cada uno de ellos me gritaba; pedían entre alaridos y sollozos el beso que nadie les dio.
Quiero ser algo mejor que un alma en pena que pide a gritos un poco de amor, quiero que tú me liberes de esa condena que me tocará soportar. Pero tu no estas…
Sigo de pie ante el árbol, junto a la piedra y siendo acariciado por el soplo de aire; ya ninguno pide nada.
Cierro los ojos esperando despertar junto a ti, frente a los ojos azules como el cielo, respirando cerca de esos labios pecaminosos.
Pero en vez de eso, solo hay calma a mí alrededor, abro los ojos y soy parte del árbol, soy una de sus hojas que ahora no oye a sus compañeros pidiendo cariño.
Ahora solo hay paz, seguida de una extraña sensación de melancolía con sabor a ti, aún me acuerdo de ti… 

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